No es Hamelín, pero suena a cuento. Tampoco es Macondo pero respira aires de novela. Y sobre todo Urueña es tan real como un sueño. Hay que recorrerlo con los sentidos bien despiertos para superar la incredulidad que te asalta cuando escuchas que bajo los anchos cielos castellanos, a 60 kilómetros de Valladolid, se erige un pequeño pueblo medieval con no más de 180 almas que esconde tras sus murallas un tesoro insospechado en forma de nueve librerías, cinco museos, un centro de interpretación del libro, tiendas de antigüedades, tabernas donde vinos y cafés maridan amigablemente con las letras, y talleres artesanales que encuadernan con el encanto de los scriptorium monacales.
¿Quién da más? Definitivamente, hay que perderse entre las piedras desgastadas de Urueña y dejarse asombrar por la sorpresa que te atrapa en cada calle… aquí una librería de viejo, allí otra especializada en cine, más allá una de libros curiosos, al doblar la esquina, una dedicada a los niños…. Y si el forastero guía los pasos hacia cualquier otra dirección aparece un fantástico museo de campanas, y luego otro con mil instrumentos de los rincones más extraños del mundo, otro más de gramófonos, uno estupendo de cuentos…. y así hasta preguntarse, ¿pero de las páginas de qué tratado ha salido este fantástico lugar que hasta cuenta con un periódico propio (‘El Cisco’) y una plaza con el nombre de otro (‘El Norte de Castilla’).
Silencio, estamos en la llamada ‘Primera Villa del Libro español’, el pueblo soñado por Joaquín Díaz (Zamora, 1947), el hombre que más y mejor ha investigado el folclore y las tradiciones castellanas, el vecino más ilustrado de Urueña, donde hace casi 25 años montó, en una casona del siglo XVIII, su Centro Etnográfico, un museo de artes y costumbres que retrata con sencillez la cultura popular de Castilla y León. Allí vive Joaquín entre miles de viejos libros, pliegos de cordel, cancioneros, romances, grabados de trajes locales y las curiosas aleluyas, que bien podrían ser los cómics de nuestros bisabuelos.
El centro, hoy convertido en una fundación (la Fundación Joaquín Díaz) lleva años actuando como un poderoso imán para libreros, artesanos, músicos como Luis Delgado o cantautores como Amancio Prada, que han ido desembarcando en Urueña, convirtiendo la villa en un prodigioso foco cultural, muy en la línea de la pequeña aldea galesa de Hay-on-Wye, ese ‘reino de los libros’ que recibe cada año a medio millón de turistas.
Sin llegar aún a esas cifras, Urueña también empieza a despertar interés turístico y ya son 40.000 viajeros los que se acercan cada año a este paraíso para bibliófilos que, con la llegada de las primeras heladas, se repliega sobre los silencios que parecen formar parte de su topografía humana. Son los amigos de Urueña gentes sin prisa por ganar una fama rápida o llamar la atención. Cuentan con buenos aliados: el frío extremo, la soledad y las noches largas que, más entrado el otoño, se apoderan de este pueblo acurrucado sobre un cerro y que recuerda a ese lugar “donde van a morir las arias de Händel”, del que hablan los versos del poeta leonés Antonio Colinas.
En la librería Alcaraván hoy no suena Händel, pero hay música clásica de fondo y se respira la misma atmósfera melancólica de sus arias. Tras el mostrador nos atiende Jesús Martínez (o Jesús Alcaraván, como le conoce todo el mundo), el primer librero asentado en Urueña. Tiene 55 años y llegó hace 22 huyendo de la selva madrileña (allí trabajaba en una librería de viajes). En este trozo de Castilla se ha rencontrado con sus orígenes porque él procede de padres campesinos y pastores. “La adaptación fue perfecta. Me crié en un barrio del extrarradio, donde siempre me perdía por los descampados de aquel Madrid de los años sesenta. Pasar a vivir en pleno medio rural no significó ningún trauma; de hecho al llegar aquí me di cuenta de que sabía mas de campo que los propios lugareños”.
Alcaraván es una de las nueve librerías de Urueña. Las otras son La Bodega Literaria, El Grifilm, La Boutique del Cuento, Alcuino-Caligrafía & Arte y la Librería-Enoteca. Tres más abrirán sus puertas en breve. Jesús sabe bien lo que es ser librero para 180 vecinos. ¿Distinto?, ¿aburrido?… ¿ruinoso?. “En realidad dependemos totalmente del turismo y como no sabemos cuándo van a venir, estamos abiertos todo el día. Me río yo ahora cuando en internet ciertas tiendas ‘on line’ dicen estar operativas las 24 horas del día los 365 días del año. ¡A mí me lo van a decir que llevo 22 años abriendo noche y día!”.
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