Piedras calientes, un recinto acondicionado para mantener el calor, una cisterna de la que se extraía el agua necesario en el mismo lugar, una gran sala de reunión cubierta de casi 60 metros cuadrados… una sauna en el siglo II antes de Cristo que muestra una insospechada perspectiva sobre la vida de los cántabros antes de la llegada de las legiones romanas, un inesperado confort en tiempos indudablemente duros.
Es lo que han hallado los expertos en las excavaciones arqueológicas que se realizan desde el año 2010 en el castro de Santa Marina, en el monte Ornedo en Valdeolea, bajo la responsabilidad de Pedro Ángel Fernández Vega, exdirector del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria y director de la Domus Romana de Julióbriga y del Arqueositio de Camesa-Rebolledo, yacimiento vinculado al castro de Monte Ornedo.
Fernández cree que «la complejidad del proyecto ejecutado en el edificio y las prácticas para las que fue concebido, restituyen una imagen cultural de los cántabros más avanzada de lo que se venía estimando». Se modificaría así, en parte, el estereotipo de cántabros mercenarios para la guerra, aguerridos, fieros e indómitos que transmitió el geógrafo griego Estrabón. «Esa imagen -sostiene Fernández- debe reconciliarse con estos hallazgos que sitúan a los cántabros en coherencia cultural con los pueblos del norte peninsular en todos los aspectos. El uso de saunas responde a algo más que ocio. Probablemente se les otorgaban funciones salutíferas. Se ha propuesto por parte de algunos historiadores que cumplieron funciones de culto o para ritos de iniciación.
En todo caso, el edificio parece haber respondido a una intencionalidad general de socialización: fue construido y usado de manera colectiva», resume. La revista científica Munibe acaba de publicar el estudio, planos y hallazgos realizados. Según Fernández Vega, «los trabajos realizados en Santa Marina han sacado a la luz un edificio público de gran tamaño sin parangón por ahora dentro del panorama castreño, hasta ahora conformado por los hallazgos en castros palentinos, formados por cabañas circulares privadas y murallas de iniciativa colectiva de los pobladores». Esta gran estructura mide 24,25 metros de longitud y alcanza los 16,3 metros de anchura. Su superficie total se establece en 303,74 metros cuadrados. La construcción se levantó sobre un aterrazamiento artificial del terreno soportado por muros de contención para contrarrestar la pendiente. Los muros estaban revestidos de un manteado de barro, siguiendo una técnica constructiva bien conocida por las cabañas.
El gran espacio público incluye una sala de 61,10 metros cuadrados que Fernández cree que fue usada como espacio público de reunión o congregación y del que hay paralelos en tierras de los astures. Al este daba acceso a dos espacios: un atrio descubierto y un pasillo que conducía a otra estancia de uso termal. El atrio, sin techo, medía 17,22 metros cuadrados y permitía captar las precipitaciones y desviar el agua de escorrentía -lluvia o desnieve- hacia una cisterna en el lado sur. La cisterna, un aljibe de contención de agua, presentaba la forma de pequeño pozo prismático de boca circular y de 1,30 metros de profundidad. Quedaba dentro de la sala termal, un espacio cubierto en cuyo sector norte estaba la sauna.
Leer completo El Diario Montañés