Unos ancestros de altura

Unos ancestros de altura

Una de las cuestiones más interesantes sobre la evolución humana es cómo ocurrieron las adaptaciones recientes que hoy distinguen a unas poblaciones de otras. El color de la piel -una adaptación a la radiación solar de cada latitud-es seguramente la más popular, pero la capacidad para vivir a grandes altitudes es quizá la más sorprendente, porque la inmensa mayoría de los humanos son inviables a esas bajas concentraciones de oxígeno. Los arqueólogos han descubierto ahora que las enormes altitudes de los Andes peruanos, a 4.500 metros sobre el nivel del mar, estuvieron habitadas tan pronto como los humanos llegaron allí, hace 12.000 años, lo que plantea una nueva batería de cuestiones sobre la adaptación a ese entorno inhóspito.

Hace unos 14.000 años, hacia el final de la última era glacial, un grupo de asiáticos cruzaron el estrecho de Bering, que entonces unía Siberia con Alaska por un brazo de tierra helada, y colonizó América de norte a sur. Las ocupaciones descubiertas ahora en Pucuncho y Cuncaicha, en las vertiginosas altitudes de los Andes debieron ocurrir, por tanto, muy poco después de que llegaran allí los primeros humanos. El descubrimiento de un equipo de arqueólogos de las universidades de Maine y Calgary se presenta en Science.

Una altitud de 4.500 metros no solo implica bajas concentraciones de oxígeno, sino también mucho frío y unas dosis muy dañinas de radiación ultravioleta. «Entender esa adaptación a condiciones ambientales extremas es importante para conocer nuestra capacidad genética y cultural de supervivencia», dice el directo del equipo, Kurt Rademaker, de la Universidad de Maine.

Hace solo unos meses, en julio pasado, Rasmus Nielsen y sus colegas de la Universidad de California en Berkeley presentaron en Nature un descubrimiento asombroso sobre otra población muy distinta, los tibetanos actuales, que también viven a más de 4.000 metros de altitud. Según aquel trabajo, los tibetanos habían tomado el gen crucial para vivir con poco oxígeno de los denisovanos, unos misteriosos humanos primitivos que poblaron Asia hace 50.000 años. Para los humanos modernos recién salidos de África, cruzarse con los denisovanos para robarles un gen fue una forma ciertamente rápida de adaptarse a las alturas. ¿Es posible que la población original que colonizó América por el estrecho de Bering llevara ya puestos esos genes denisovanos?

El descubrimiento de Rademaker y su equipo comprende dos sitios a altitudes ligeramente diferentes: Pucuncho, a 4.355 metros, y Cuncaicha, a 4.480. El primero incluye 260 herramientas como puntas de flecha, hachas y rascadores que llegan a datar de 12.800 atrás, y debió ser un asentamiento estable. El segundo, a mayor altitud, era probablemente un campamento transitorio para cazar en la temporada en que las vicuñas y los guanacos abundaban por la zona; se trata de un refugio de piedra con dos nichos habitables que muestran restos de hollín en el techo y algunas pinturas rupestres que llegan a datar de 12.400 años atrás.

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