Ascendiendo por la carretera desde San Roque de Riomiera hacia el puerto de montaña Portillo de Lunada, en el municipio de Soba (Cantabria), se encuentra una de las infraestructuras más impresionantes construidas en el siglo XVIII para abastecer a la Armada española. Lo llaman el Resbaladero de Troncos y es una especie de tobogán con un desnivel de 500 metros por el que se deslizaban los árboles talados hasta el río. Su destino eran las Reales Fábricas de Liérganes y La Cavada, donde se producían cañones, piezas de artillería y munición.
A los pies del Resbaladero sigue en pie una cabaña, la Casa del Rey, desde donde se controlaba el proceso de transporte de la madera. En el siglo XVIII se construyeron en esas fábricas casi 3.000 cañones con los que se armaron decenas de navíos, fragatas y galeones. Es un ejemplo de la masiva deforestación que sufrió la montaña pasiega durante los siglos XVI, XVII y XVIII. El balance: 10 millones de árboles talados y 50.000 hectáreas de bosque arrasado.
Aquel desastre ambiental perpertrado para proveer a la Armada Española está intentando ser corregido dos siglos después a través de la reforestación de los valles pasiegos afectados, que en la actualidad sufren también las malas prácticas ganaderas que siguen llevándose a cabo: un sistema de incendios forestales provocados periódicamente por ganaderos que creen que quemando rastrojos, renuevan los pastos.
Desde que en 1999 la Fundación Naturaleza y Hombre (FNyH) inició este proyecto de reforestación, han plantado con éxito unos 80.000 árboles de especies autóctonas como el haya, el roble, el fresno, el avellano o el abedul. «Es un proceso para el que harán faltan varias generaciones», señala Carlos Sanchez, presidente de FNyH. Según explica, las actuaciones se realizan en la montaña pasiega y oriental de Cantabria (en las cabeceras de los valles del Pas, Miera, Asón y Soba), en el valle de Trueba (Burgos) y en el de Carranza (Vizcaya).
«Queremos que la montaña pasiega recupere el esplendor forestal», afirma Sánchez, que sostiene que «es compatible tener pastos y bosques». Pese a la creencia generalizada, advierte que, además de provocar la pérdida de especies y erosionar el suelo, la quema incontrolada de bosques disminuye la productividad de los pastos.
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