¿Qué tuvo Europa de especial? Es la pregunta que llevan un siglo haciéndose los estudiosos de la evolución humana, desconcertados por la temprana aparición en las cuevas europeas -hace 35.000 o 40.000 años- de un arte tan sinóptico, elegante y luminoso que revelaba por sí mismo la evolución de una mente humana moderna, la llegada al mundo de nuestra especie. ¿Qué tuvo Europa de especial? Hoy tenemos la respuesta: nada. Porque los humanos de aquella época estaban pintando en las cuevas de Indonesia un arte en todo comparable al europeo. Y al mismo tiempo, si no antes.
Los científicos consideran probable ahora que la capacidad artística fuera un patrimonio común de la humanidad que salió de África hace 50.000 años para extenderse por todo el planeta. Es el fin de la excepción cultural europea de la Edad de Piedra. El arqueólogo Maxime Aubert y sus colegas de las universidades de Griffith en Gold Coast y Wollongong en Nueva Gales del Sur, ambas en Australia, y el Centro Nacional de Arqueología en Yakarta, Indonesia, han datado una serie de 12 impresiones de manos (estarcidos) y dos dibujos figurativos de animales hallados en siete cuevas de las calizas (karsts) de Maros en la isla indonesia de Sulawesi. Y se han llevado una sorpresa descomunal al ver que datan de al menos 35.000 o 40.000 años atrás, y por tanto son contemporáneas -si no anteriores- a las primeras manifestaciones artísticas de las cuevas francesas y españolas que han asombrado a expertos y legos durante más de un siglo.
La capacidad artística fue un patrimonio de toda la humanidad que salió de África hace 50.000 años
Las técnicas clásicas de datación, como el carbono 14, solo sirven para residuos orgánicos, lo que no es el caso de estas pinturas realizadas con pigmentos minerales. La existencia de arte rupestre en las cuevas kársticas de Sulawesi era conocida desde hace cerca de 50 años, pero los arqueólogos estaban profundamente confundidos sobre su edad: pensaban que no tenían más de 10.000 años.
No porque las hubieran datado, sino porque suponían que ninguna pintura podía sobrevivir en esas paredes calizas tan húmedas más allá de esa fecha. Un solo dato ha eliminado 50 años de prejuicios. Aubert y sus colegas han tenido que utilizar una técnica de datación más sofisticada, llamada «serie de uranio», que también se ha usado recientemente en las cuevas de Cantabria. No data la pintura en sí, sino las capas de calcita que le han caído encima con el paso de los milenios, que tienen uranio (como el agua filtrada de la que proceden).Presentan los resultados en Nature.
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